LENGUA CASTELLANA 8°

  SEMANA 1 y 2  

 Enero 22 AL 26 y del 29 al 2 de febrero

TEMA:  Organización y pautas de evaluación
PROPÓSITO: Determinar las pautas de trabajo  para el año escolar
ACTIVIDAD: Pautas de trabajo 
Organización de listas. 
Presentación de docentes y aclaración de diferentes dudas frente al trabajo académico del año 2024
Lectura de textos, relevancia e incidencia en el proceso de aprendizaje de la Lengua Castellana


SEMANA 3 y 4  

Febrero 5 al 9 y 12 al 16

TEMA:  El protocolo como texto académico
PROPÓSITO: Identificar la relevancia del protocolo en la incidencia de la lectura y la escritura
ACTIVIDAD: Desarrollo de la temática
Socialización
Pautas de elaboración
Lectura de protocolos
Aclaración de dudas

 DESARROLLO DE LA TEMÁTICA


EL PROTOCOLO ACADÉMICO COMO ESTRATEGIA DE APRENDIZAJE

 Un  protocolo  es  una  síntesis  que  ordena  y  jerarquiza  los  puntos  más  relevantes tratados  durante  un  evento  académico  (curso,  seminario,  taller).  Es,  en  primer  lugar,

una descripción objetiva de los temas, hechos o sucesos acaecidos durante la sesión o reunión  y,  en  segundo  lugar,  un  texto  escrito  de  registro  que  describe,  de  manera precisa,  el  desarrollo  de  los  aspectos  fundamentales  de  un  trabajo  realizado.  

Un protocolo  es  más  que  un  acta,  es  decir,  va  más  allá  de  recapitular  de  manera cronológica y puntual cada uno de los sucesos ocurridos en un evento o reunión.

 Un  protocolo  tampoco  es  un  simple  resumen;  no  se  limita  a  presentar  una  síntesis global  de  un  tema  genérico.  De  igual  manera,  el  protocolo   no  es  un  ensayo  crítico sobre un determinado proceso de trabajo. Menos todavía, un protocolo consiste en una compilación  de  opiniones  sueltas,  expuestas  a  lo  largo  de  una  sesión,  encuentro  o seminario.

El protocolo, como instrumento de trabajo y seguimiento de un proceso, es importante porque permite, entre otras cosas:

a. Convertir las opiniones sueltas en enunciados con sentido.

b.  Enterar  a  las  personas  ausente  de  un  trabajo  desarrollado  durante  algún  tipo  de sesión.

c.  Concentrar  la  atención  de  los  participantes  hacia  los  temas  prioritarios  de  una exposición, a la vez que dirigirla de manera consciente.

d.  Reforzar  el  proceso  de  enseñanza  –  aprendizaje  en  tanto  la  reconstrucción  de  un proceso permite fijar con mayor fuerza campos de información.

e.  Contar  con  una  descripción  narrada  de  primera  mano  que  posibilita  construir  la memoria de un proceso  y, al  mismo tiempo  registrar  las  decisiones fundamentales que se tomen en el curso de la discusión

f.  Conocer  las  distintas  formas  y  maneras  como  los  participantes  de  un  evento interpretan  la  experiencia,  resaltando  determinados  hechos  o  enfatizando  algunos puntos.

g. Identificar aquellos temas en los cuales el grupo logró una adecuada o inadecuada asimilación de los contenidos. De la misma manera, detectar cuáles temas, que eran  importantes, pasaron desapercibidos por el grupo, o los vacíos que deben cubrirse en posteriores  oportunidades.   finalmente,  evidenciar  las  zonas  de consenso  en torno a decisiones, asuntos o problemas.

Se puede utilizar cualquier estilo de redacción, pero insistiendo en la claridad, precisión y sencillez. Puede ayudarse de diagramas o esquemas aclaratorios.

 Por su valor de registro, el protocolo debe tener una estructura lo suficientemente ágil y concreta  como  para  que  cualquier  lector  pueda  enterarse,  sin  gran  dificultad,  de  lo ocurrido  durante  el  evento  que  se  describe  narrativamente.  

Por  lo  mismo,  es recomendable que un protocolo contenga las siguientes partes:

a. Una identificación de la situación: lugar geográfico, fecha, hora, objetivo o motivo del evento, participantes, duración, momentos de la sesión, etc.

 b. Descripción de las actividades: si se hizo mediante una exposición o en trabajo en grupo, si fue utilizando un taller o una plenaria, o un grupo focal o una dinámica de  observación, etc.

 c. Temas tratados en orden de importancia: cuáles fueron las columnas vertebrales de la discusión, cuáles las líneas – fuerza que soportaron el desarrollo del evento. Aquí es  donde  el  trabajo  de  escritura  es  de  suma  importancia,  pues  no  se  trata  de enumerar los temas, sino de desarrollarlos narrativamente.

d.  Decisiones  o  acuerdos  fundamentales  a  que  se  llegaron:  pueden  referirse  al inmediato o largo plazo, pueden haber surgido durante el desarrollo del evento y no siempre  al  final;  pueden  no  haberse  evidenciado  como  decisiones  de  manera explícita por lo cual, hay que inferirlas.

 e.  Tareas  asignadas,  compromisos  establecidos,  responsables:  es  el  puente  de conexión  entre  uno  y  otro  evento  o  entre  sesiones.  Pueden  consistir  en:  lecturas asignadas, trabajos por realizar, ejercicios formales y no formalizados, productos de diversa índole, etc. Es la clave registrar la importancia de la tarea dentro del proceso, y si hay responsables directos o si es una responsabilidad grupal.

De los protocolos académicos se aprenden dos cuestiones fundamentales. 

 Primero,  se  aprende  a  discutir,  a  distinguir  entre  la  mera  opinión  y el  real  aporte.  Se comprende  que  una    intervención  sólo  constituye  un  aporte  real   una    discusión  si beneficia a todos y si aumenta el  conocimiento de todos sobre un tema. Muchas veces pensamos que lo importante en una discusión  es  opinar; después de haber intentado protocolar  discusiones  convertidas  en  “simples  discusiones”  aprendemos  que  lo importante es aportar y construir en colectivo, respetando la diferencia.

 Segundo, se aprende a resumir una discusión, resaltando el avance del conocimiento  grupal  acerca  de  un  cierto  tema.  Esto  significa  que  se  aprende  a  escuchar atentamente, buscando lo que une a todos los participantes en la discusión, incluso a través de sus divergencias. Se aprende a ir más allá de las intervenciones individuales  y a reconocer los caminos de la discusión, los puntos de partida, las ramificaciones y los puntos de llegada. 

 PARTES DEL PROTOCOLO

CABECERA  DEL  PROTOCOLO:  Evento  (organizador),  Fecha,  Lugar  y  Duración. Número de protocolo.

DESARROLLO DEL TEMA: temas vistos, aportes importantes, socializaciones relevantes, actividades realizadas. Conclusiones…

COMPROMISOS: Si hay tareas asignadas y quiénes son los responsables.

FIN  DEL  PROTOCOLO:  Firma  del  autor  del  Protocolo  Función  del  protocolo  en  el ámbito del  aprendizaje.

El  protocolo es  el momento de  explicitar los procesos, es  una oportunidad  de  hacer  sugerencias  sobre  el  contenido.  Ese  proceso  que  sensibilizó  a  alguien, se expresa.

Es un punto de partida, uno  de  esos  criterios  es  el  de  selectividad,  consignamos eventos,  experiencias,  pensamientos  que  son  significativos   que  tienen  una importancia especial.

Esa  selección  de  lo  que  es  más  importante,  no  es  arbitraria,  tiene  que  tener  alguna justificación. Por ejemplo, al momento de determinar la temática de la sesión, se debe  recurrir  al  criterio  de la  selección.  Allí  se  dicen  cosas  que  parecen interesantes,  pero que son comentarios al margen del propósito general de la reunión, porque se desvió la conversación  hacia  ese  lado,  porque  alguien  quiso  hacer  un  paréntesis   porque ocurrió  algo  insólito  que  de  golpe  nos  hizo  pensar  eso,  aunque  no  fuera  lo  más relacionado con el tema.

 Otro criterio  está  relacionado con  lo  personal como  sujeto  participante en  el  proceso.

Por  ejemplo,  para  alguien  fue  muy  interesante  una  lectura,  sus  características  y temáticas, esto lo recogería en su protocolo. Pero para otra persona, lo importante fue el  procedimiento  del  trabajo  en  grupo,  ya  que  arrojó  más  luces   hizo  que  el aprendizaje tuviera más significado. Esta no significa que cuando se hace un protocolo, se tenga  libertad para  poner allí lo  que se le  ocurra  al  protocolando, pero  sí  se  tiene una cierta libertad para dar una versión de los hechos y que en el momento de ponerse en común, se puede complementar con lo que se agregue.

 Entonces  cuando  volvemos  a  leer  el  protocolo,  podemos  encontrar  momentos  que pueden volver a tener un valor significativo, en términos conceptuales e investigativos.

Esa es la naturaleza de los protocolos.



ACTIVIDAD DE COMPRENSIÓN LECTORA
TEXTO A LEER:

ACTIVIDAD DE LECTURA


REALIZAR LA LECTURA DEL SIGUIENTE TEXTO Y RESPONDER:

1. TOMAR APUNTES DE LAS PARTES MAS IMPORTANTES
2. ANALIZAR LOS PERSONAJES
PRÓXIMA CLASE EVALUACIÓN  DEL TEXTO


ESPUMA Y NADA MÁS    

Hernando Téllez   (Colombia, 1908- 1966)

     No saludó al entrar. Yo estaba repasando sobre una badana la mejor de mis navajas. Y cuando lo reconocí me puse a temblar. Pero él no se dio cuenta. Para disimular continué repasando la hoja. La probé luego sobre la yema del dedo gordo y volví a mirarla contra la luz. En ese instante se quitaba el cinturón ribeteado de balas de donde pendía la funda de la pistola. Lo colgó de uno de los clavos del ropero y encima colocó el kepis. Volvió completamente el cuerpo para hablarme y, deshaciendo el nudo de la corbata, me dijo: “Hace un calor de todos los demonios. Aféiteme”. Y se sentó en la silla. le calculé cuatro días de barba. Los cuatro días de la última excursión en busca de los nuestros. El rostro aparecía quemado, curtido por el sol. 

Me puse a preparar minuciosamente el jabón. Corté unas rebanadas de la pasta, dejándolas caer en el recipiente, mezclé un poco de agua tibia y con la brocha empecé a revolver. Pronto subió la espuma “Los muchachos de la tropa deben tener tanta barba como yo”. Seguí batiendo la espuma. “Pero nos fue bien, ¿sabe? Pescamos a los principales. Unos vienen muertos y otros todavía viven. Pero pronto estarán todos muertos”. “¿Cuántos cogieron?” pregunté. “Catorce. Tuvimos que internarnos bastante para dar con ellos. Pero ya la están pagando. Y no se salvará ni uno, ni uno”. Se echó para atrás en la silla al verme la brocha en la mano, rebosante de espuma Faltaba ponerle la sábana. Ciertamente yo estaba aturdido. Extraje del cajón una sábana y la anudé al cuello de mi cliente. Él no cesaba de hablar. Suponía que yo era uno de los partidarios del orden. “El pueblo habrá escarmentado con lo del otro día”, dijo. “Sí”, repuse mientras concluía de hacer el nudo sobre la oscura nuca, olorosa a sudor. “¿Estuvo bueno, verdad?” “Muy bueno”, contesté mientras regresaba a la brocha. 

El hombre cerró los ojos con un gesto de fatiga y esperó así la fresca caricia del jabón. Jamás lo había tenido tan cerca de mí. El día en que ordenó que el pueblo desfilara por el patio de la escuela para ver a los cuatro rebeldes allí colgados, me crucé con él un instante. Pero el espectáculo de los cuerpos mutilados me impedía fijarme en el rostro del hombre que lo dirigía todo y que ahora iba a tomar en mis manos. No era un rostro desagradable, ciertamente. Y la barba, envejeciéndolo un poco, no le caía mal. Se llamaba Torres. El capitán Torres. 

Un hombre con imaginación, porque ¿a quién se le había ocurrido antes colgar a los rebeldes desnudos y luego ensayar sobre determinados sitios del cuerpo una mutilación a bala? Empecé a extender la primera capa de jabón. El seguía con los ojos cerrados. “De buena gana me iría a dormir un poco”, dijo, “pero esta tarde hay mucho qué hacer”. Retiré la brocha y pregunté con aire falsamente desinteresado: “¿Fusilamiento?” “Algo por el estilo, pero más lento”, respondió. “¿Todos?” “No. Unos cuantos apenas”. 

Reanudé de nuevo la tarea de enjabonarle la barba. Otra vez me temblaban las manos. El hombre no podía darse cuenta de ello y ésa era mi ventaja. Pero yo hubiera querido que él no viniera. Probablemente muchos de los nuestros lo habrían visto entrar. Y el enemigo en la casa impone condiciones. Yo tendría que afeitar esa barba como cualquiera otra, con cuidado, con esmero, como la de un buen parroquiano, cuidando de que ni por un solo poro fuese a brotar una gota de sangre. Cuidando de que en los pequeños remolinos no se desviara la hoja. Cuidando de que la piel, quedara limpia, templada, pulida, y de que al pasar el dorso de mi mana por ella, sintiera la superficie sin un pelo. Sí. Yo era un revolucionario clandestino, pero era también un barbero de conciencia, orgulloso de la pulcritud en su oficio. Y esa barba de cuatro días se prestaba para una buena faena.

      Tomé la navaja, levanté en ángulo oblicuo las dos cachas, dejé libre la hoja y empecé la tarea, de una de las patillas hacia abajo. La hoja respondía a la perfección. El pelo se presentaba indócil y duro, no muy crecido, pero compacto. La piel iba apareciendo poco a poco. Sonaba la hoja con su ruido característico, y sobre ella crecían los grumos de jabón mezclados con trocitos de pelo. Hice una pausa para limpiarla, tomé la badana, de nuevo yo me puse a asentar el acero, porque soy un barbero que hace bien sus cosas. El hombre que había mantenido los ojos cerrados, los abrió, sacó una de las manos por encima de la sábana, se palpó la zona del rostro que empezaba a quedar libre de jabón, y me dijo: “Venga usted a las seis, esta tarde, a la Escuela”. “¿Lo mismo del otro día?”, le pregunté horrorizado. “Puede que resulte mejor”, respondió. “¿Qué piensa usted hacer?” “No sé todavía. Pero nos divertiremos”. Otra vez se echó hacia atrás y cerró los ojos. Yo me acerqué con la navaja en alto. “¿Piensa castigarlos a todos?”, aventuré tímidamente. “A todos”. El jabón se secaba sobre la cara. Debía apresurarme. Por el espejo, miré hacia la calle. Lo mismo de siempre: la tienda de víveres y en ella dos o tres compradores.

 Luego miré el reloj: las dos veinte de la tarde. La navaja seguía descendiendo. Ahora de la otra patilla hacia abajo. Una barba azul, cerrada. Debía dejársela crecer como algunos poetas o como algunos sacerdotes. Le quedaría bien. Muchos no lo reconocerían. Y mejor para él, pensé, mientras trataba de pulir suavemente todo el sector del cuello. Porque allí sí que debía manejar coro habilidad la hoja, pues el pelo, aunque es agraz, se enredaba en pequeños remolinos. Una barba crespa. Los poros podían abrirse, diminutos, y soltar su perla de sangre. 

Un buen barbero como yo finca su orgullo en que eso no ocurra a ningún cliente. Y éste era un cliente de calidad. ¿A cuántos de los nuestros había ordenado matar? ¿A cuántos de los nuestros había ordenado que los mutilaran? ... Mejor no pensarlo. Torres no sabía que yo era un enemigo. No lo sabía él ni lo sabían los demás. Se trataba de un secreto entre muy pocos, precisamente para que yo pudiese informar a los revolucionarios de lo que Torres estaba haciendo en el pueblo y de lo que proyectaba hacer cada vez que emprendía una excursión para cazar revolucionarios. Iba a ser, pues, muy difícil explicar que yo lo tuve entre mis manos y lo dejé ir tranquilamente, vivo y afeitado.

      La barba le había desaparecido casi completamente. Parecía más joven, con menos años de los que llevaba a cuestas cuando entró. Yo supongo que eso ocurre siempre con los hombres que entran y salen de las peluquerías. Bajo el golpe de mi navaja Torres rejuvenecía, sí; porque yo soy un buen barbero, el mejor de este pueblo, lo digo sin vanidad. Un poco más de jabón, aquí, bajo la barbilla, sobre la manzana, sobre esta gran vena. ¡Qué calor! Torres debe estar sudando como yo. Pero él no tiene miedo. Es un hombre sereno que ni siquiera piensa en lo que ha de hacer esta tarde con los prisioneros. En cambio yo, con esta navaja entre las manos, puliendo y puliendo esta piel, evitando que brote sangre de estos poros, cuidando todo golpe, no puedo pensar serenamente. Maldita la hora en que vino, porque yo soy un revolucionario pero no soy un asesino. Y tan fácil como resultaría matarlo.

 Y lo merece. ¿Lo merece? No, ¡qué diablos! Nadie merece que los demás hagan el sacrificio de convertirse en asesinos. ¿Qué se gana con ello? Pues nada. Vienen otros y otros y los primeros matan a los segundos y éstos a los terceros y siguen y siguen hasta que todo es un mar de sangre. Yo podría cortar este cuello, así, ¡zas! No le daría tiempo de quejarse y como tiene los ojos cerrados no vería ni el brillo de la navaja ni el brillo de mis ojos. Pero estoy temblando como un verdadero asesino. De ese cuello brotaría un chorro de sangre sobre la sábana, sobre la silla, sobre mis manos, sobre el suelo. Tendría que cerrar la puerta. Y la sangre seguiría corriendo por el piso, tibia, imborrable, incontenible, hasta la calle, como un pequeño arroyo escarlata. Estoy seguro de que un golpe fuerte, una honda incisión, le evitaría todo dolor. No sufriría. 

¿Y qué hacer con el cuerpo? ¿Dónde ocultarlo? Yo tendría que huir, dejar estas cosas, refugiarme lejos, bien lejos. Pero me perseguirían hasta dar conmigo. “El asesino del Capitán Torres. Lo degolló mientras le afeitaba la barba. Una cobardía”. Y por otro lado: “El vengador de los nuestros. Un nombre para recordar (aquí mi nombre). Era el barbero del pueblo. Nadie sabía que él defendía nuestra causa...” ¿Y qué? ¿Asesino o héroe? Del filo de esta navaja depende mi destino. 

Puedo inclinar un poco más la mano, apoyar un poco más la hoja, y hundirla. La piel cederá como la seda, como el caucho, como la badana. No hay nada más tierno que la piel del hombre y la sangre siempre está ahí, lista a brotar. Una navaja como ésta no traiciona. Es la mejor de mis navajas. Pero yo no quiero ser un asesino, no señor. Usted vino para que yo lo afeitara. Y yo cumplo honradamente con mi trabajo... No quiero mancharme de sangre. De espuma y nada más. Usted es un verdugo y yo no soy más que un barbero. Y cada cual en su puesto. Eso es. Cada cual en su puesto.

      La barba había quedado limpía, pulida y templada. El hombre se incorporó para mirarse en el espejo. Se pasó las manos por la piel y la sintió fresca y nuevecita.

      “Gracias”, dijo. Se dirigió al ropero en busca del cinturón, de la pistola y del kepis. Yo debía estar muy pálido y sentía la camisa empapada. Torres concluyó de ajustar la hebilla, rectificó la posición de la pistola en la funda y, luego de alisarse maquinalmente los cabellos, se puso el kepis. Del bolsillo del pantalón extrajo unas monedas para pagarme el importe del servicio. Y empezó a caminar hacia la puerta. En el umbral se detuvo un segundo y volviéndose me dijo:

      “Me habían dicho que usted me mataría. Vine para comprobarlo. Pero matar no es fácil. Yo sé por qué se lo digo”. Y siguió calle abajo. 

Fin                                    


SEMANA 5 y 6  

Febrero 19 al 23 y 26 al 1 de marzo

TEMA:  Literatura oral
PROPÓSITO: Identificar las características y valor de la literatura oral
Desarrollo de la temática

LITERATURA ORAL

Mitos y Leyendas de Colombia

En Colombia existen un sinnúmero de manifestaciones culturales que expresan la variedad étnica, religiosa, de costumbres, tradiciones y formas de vida de su población, así como su riqueza natural y diversidad de climas, geografías y paisajes, entre otros.


Definición y diferencias

El mito y la leyenda son relatos que se divulgan en forma oral, de una generación a otra. Son narraciones que nacen espontáneamente como una expresión colectiva de una raza o pueblo, debido a una necesidad de crear una imagen del mundo y una necesidad de manifestar una fe. En ellos participan seres y hechos sobrenaturales.

Su origen no puede establecerse con precisión y a pesar de que ambos son historias orales que se trasmiten de padres a hijos no son lo mismo.

Mito

Definir qué es un mito (del griego, muthos) no es, desde luego, tarea fácil. Una definición entregada por la Real Academia de la Lengua, señala que el mito es una “narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Con frecuencia interpreta el origen del mundo o grandes acontecimientos de la humanidad.” Y agrega que es una “Historia ficticia o personaje literario o artístico que condensa alguna realidad humana de significación universal”.

A partir de esta definición, podemos agregar que los mitos son relatos que cuentan cómo se crearon los cielos, de dónde provienen los vientos o cómo nacen los propios dioses; los mitos nos transportan a un tiempo sagrado distinto al nuestro, más abierto a los hombres como su propio horizonte.

Para el estructuralista Claude Lévi-Strauss, "un mito es percibido como tal por cualquier lector en todo el mundo", lo que nos proporciona una primera aproximación: el mito es una clase de relato, caracterizada normalmente por tratar temas fabulosos o ficticios sobre dioses y héroes de un pasado remoto, cuya temporalidad es radicalmente distinta a la de la historia.

Estructura del mito

La estructura del mito —que intenta significar (no explicar) su medio de supervivencia: el mundo natural, el espíritu y la sociedad en que pervive y muta— no es obra de hombre, pueblo, tribu o cultura alguna, ni está al alcance de su comprensión racional —a tal punto que cualquier interpretación dada por el pueblo mismo del que surgió, o en el que subsiste, debe ser considerada como la más alejada de la verdad—; surge de, apela y conmueve a los entramados inconscientes que diseñan la personalidad, la cultura y el ser mismo del hombre en cuanto tal.

Un mito es, simplemente, un espejo de aumento en donde el espíritu humano, como tal, se observa con una mirada que cala hasta los huesos de su propia estructura; es el desvelador, el presentador, el mediador del espíritu ante sí mismo, aquello que le permite advertir que su estructura interna coincide con la externa y no es más que una con ella.

Leyenda

En definición de la Real Academia de la Lengua, leyenda es una “relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos”.

La leyenda es un relato hablado que se conserva en la tradición oral de un pueblo. Indica lugares con precisión y en su origen tiene antecedentes históricos. Por lo mismo, sus personajes son identificables, aunque nunca iguales al personaje o hecho en el cual se basan. Posteriormente, la leyenda pasa a la escritura, con lo cual se fija, perdiendo una de sus características: la capacidad de transformarse.

La leyenda es una narración ficticia, pero basada en la realidad, ligada a temas de héroes, de la historia patria, de seres mitológicos, de almas, de santos o sobre los orígenes de hechos varios.

La leyenda pertenece al folclore y por ello corresponde a la más arraigada sabiduría de un pueblo.

Expresa los deseos, los anhelos, los temores, los ideales y sueños que son parte de la visión global que tiene ese pueblo de su propia historia y de sus relaciones con la naturaleza.

Cuando se hacen estudios históricos, etnográficos, sicológicos, sociológicos y geográficos es necesario recurrir también a la leyenda para ver cómo la colectividad percibe su forma de ser y su medio.

La leyenda no pretende explicar lo sobrenatural; es un relato que, a partir de hechos y personajes reales, hace resaltar algún atributo o característica de un pueblo, región o ciudad.

La leyenda no pretende explicar nada, sino relatar un suceso. Tiene un fin moralizante y es didáctica.

Si bien transcurre en un tiempo histórico reconocible, la leyenda se diferencia de la historia porque ésta son hechos comprobables, mientras que nadie puede probar que lo narrado en una leyenda haya ocurrido realmente, y porque la historia se conoce por la escritura, a diferencia de la leyenda que se difunde oralmente.

Diferencias entre mito y leyenda

  • 1. El mito es un relato que intenta explicar un misterio de la realidad y que está asociado generalmente a las creencias y ritos de un pueblo. La leyenda no pretende explicar lo sobrenatural pues es un relato que resalta alguna característica o atributo de un pueblo, ciudad o región a partir de personajes y hechos reales.

  • 2. Mito y leyenda se diferencian en cuanto a los personajes y al escenariodonde se desarrollan los acontecimientos. El ámbito donde se desarrollan los mitos es en un tiempo en el que el mundo no tenía su forma actual, en cambio las leyendas se ubican en tiempos más modernos o posteriores a la creación del mundo. Los personajes del mito son, por lo general, dioses o seres sobrenaturales mientras que en la leyenda son casi siempre seres humanos o animales antropomórficos.

  • 3. El mito y la leyenda cumplen funciones diferentes. Para las diferentes culturas el mito narraba sucesos reales y verdaderos, los cuales eran modelos sagrados para los hombres; la leyenda en cambio, no pretende narrar hechos verdaderos sino instruir o entretener, por lo tanto, su función es didáctica.

  • 4. En el mito lo extraordinario o sobrenatural es imprescindible, en la leyenda es un accesorio.

  • 5. En el mito existe la “inspiración divina” que le da a conocer al hombre la explicación de algún fenómeno porque se da en el comienzo del mundo (un dios es el único que le puede contar a los hombres lo que de otro modo no podría saber). Por el contrario, en la leyenda se conoce lo dicho porque se sabe que se ha trasmitido de generación en generación, posiblemente desde el instante

La Patasola (región Andina)

Similar a las historias de otras mujeres legendarias en Latinoamérica, como La llorona o La sayona, “La patasola” es el alma en pena de una mujer que perdió a sus hijos por conflictos amorosos. Se conoce como “la Patasola” porque anda con un solo pie. Su cabello es largo y enmarañado, y tiene ojos y boca grandes.

Cuentan que era una mujer que estaba casada con un campesino, con quien tenía tres hijos. Un día, cuando volvía del trabajo, el campesino la encontró siéndole infiel, por ello, en un ataque de furia y celos picó la cabeza del amante y mientras la mujer escapaba le cortó una pierna; la mujer murió y el campesino incendió la casa y se llevó a sus hijos muy lejos. Desde entonces, el alma en pena de la Patasola regresa a buscarlos.

Patasola

La Madremonte (Tolima Grande)

La Madremonte o Madreselva es reconocida como la deidad de los bosques y las selvas colombianas. Esta rige sobre las lluvias y los vientos, así como sobre toda la vegetación. Al ser una diosa, no posee una forma física definida, pero a veces suele aparecer frente a los campesinos de distintas maneras. Una de las más comunes es la de una señora cubierta de musgos y que pareciera echar raíces sobre los pantanos.

Según los cuentos de la zona de Antioquia, se aparece como un ser mitad mujer, mitad monte; para los del Cauca aparece como una anciana vestida de hojas, ojos rojos y cara color cenizo. Puede ser encontrada sobre piedras cercanas a los ríos o en zonas cubiertas por árboles muy frondosos.

Madremonte         



SEMANA 7 y 8  

Marzo 4 al 8 y 11 al 15 de marzo


Temáticas: Literatura prehispánica

Propósito: Identificar las características y valor de la literatura prehispánica colombiana

Desarrollo del tema

Literatura prehispánica

Literatura prehispánica: Origen y características

La literatura prehispánica está conformada por todas las manifestaciones literarias propias del continente americano, específicamente antes de que llegasen los conquistadores españoles a dichas tierras.

A este periodo en el cual se produce la literatura prehispánica se le conoce como ‘época precolombina’ y fueron tres las culturas que sobresalieron en este género, la de los mexicas, los mayas y los incas.

¿Qué es la literatura prehispánica?

La literatura prehispánica son todas aquellas expresiones que, de generación en generación, se fueron transmitiendo vía oral.

Así, la literatura prehispánica podemos encontrar desde mitos hasta relatos, canciones e incluso obras dramáticas de los pueblos precolombinos.

¿Cuál es el origen de la literatura prehispánica?

Si bien el origen de la literatura prehispánica es un poco incierto, debido a que luego de la Conquista se perdió gran parte de la riqueza cultural propia de los pueblos americanos, también es verdadero que hay ciertos aspectos que nos permiten comprender un poco su punto de partida.

Como esta manifestación literaria es completamente oral, se presupone que, de forma paralela, se desarrolló en conjunto con todas las civilizaciones andinas y mesoamericanas.

En el caso de los mexicas, se sabe que su llegada al centro de México fue aproximadamente en el año 1200 y que, de acuerdo con algunas leyendas de México, su origen se encontraba en las tierras de Aztlán. Entre este grupo se encontraban los tenochca y los colhua-mexicas.

Cerca del año 1300 estos grupos dieron nacimiento a la ciudad Tenochtitlán, que hoy se conoce como Ciudad de México. Pero, los mexicas no fueron solo un pequeño pueblo, sino que conformaban toda una civilización que imperó en el siglo XV.

Su sistema de escritura era similar al de los mayas; sus libros eran códices y el papel era elaborado con fibra vegetal de agar.

Respecto a la cultura maya, su período arranca, aproximadamente, desde el año 250 hasta el 950 d. C., una épica en la que sus avances fueron realmente impresionantes.

Por ejemplo, si en el siglo VII apareció la literatura inglesa, ya en la cultura maya existía una tradición larga de escritura en las vasijas de cerámicas, paredes de templos, monumentos y palacios.

También tenían libros y su escritura estaba compuesta por ideogramas y símbolos fonéticos. En comparación con el Viejo Mundo, el sistema de lenguaje hablado de los mayas era igual de completo. 

De igual modo, se sabe de la cultura de los Incas, otra civilización que surgió en el Antiguo Perú, entre los años 1400 y 1500 d.C.

Dicha civilización también fue enorme, pues, logró extenderse a través de toda la América del Sur occidental, o lo que hoy día comprende a las regiones de Quito y Santiago de Chile.

SEMANA 9 y 10  

Marzo 18 al 22 y del 1 al 5 de abril

Tema: variables lingüísticas

Propósito: Identificar las diversas variedades del lenguaje y su relevancia

DESARROLLO DEL TEMA

Variedad lingüística

La variedad lingüística hace referencia a la diversidad de usos de una misma lengua según la situación comunicativa, geográfica o histórica en que se emplea y según el nivel de conocimiento lingüístico de quien la utiliza. Así pues, en función de la variable que interviene, se distinguen cuatro tipos de variedades: las variedades funcionales o diafásicas (los registros de lengua), las variedades socioculturales o diastráticas (los niveles de lengua), las variedades geográficas o diatópicas (los dialectos) y las variedades históricas o diacrónicas.

Desde la segunda mitad del siglo XX los estudios sobre la variedad lingüística se ponen de relieve en las disciplinas que, como la sociolingüística y el análisis del discurso, incluyen en la descripción de la lengua factores externos que explican su uso. Estas disciplinas establecen relaciones entre fenómenos internos al sistema (cuestiones de pronunciación, lexicología, morfosintaxis) y fenómenos sociales y situacionales determinantes para su descripción: por ejemplo, a la poca densidad léxica de la variedad coloquial de la lengua se opone la riqueza y precisión del vocabulario de la variedad formal escrita. Por su parte, la lingüística comparada e histórica del siglo XIX ya había abierto un camino muy fructífero en el estudio de las variedades históricas y geográficas.

En los trabajos sobre variación lingüística se utiliza el término variedad estándar para designar lo que es común y neutro en una lengua, esto es, la «lengua general» no marcada por factores individuales o contextuales. No obstante, como se ha anunciado arriba, no todos los hablantes utilizan del mismo modo la lengua: no pronuncian igual un mismo fonema, no emplean las mismas unidades para construir una determinada estructura sintáctica, escogen significantes distintos para transmitir un mismo significado, no siguen los mismos procesos de producción de un discurso, etc. Estas diferencias vienen determinadas por las características particulares del hablante —su lugar de nacimiento, formación cultural, edad, profesión, etc.— y por las características del contexto de comunicación —relación con el interlocutor, objetivo del mensaje, canal de comunicación, tiempo, etc.—. En función de estas circunstancias, se diferencian cuatro tipos de variedades lingüísticas:

  1. Las variedades funcionales o diafásicas (los registros) son las modalidades lingüísticas que se eligen determinadas por la situación de comunicación. Según el medio empleado (oral o escrito), la materia abordada (corriente o de especialidad), según la relación que exista entre los interlocutores (de solidaridad o jerarquía) y la función perseguida, se distingue entre diversos registros: registro coloquial, formal, familiar, especializado, elaborado, espontáneo, etc.; los registros especializados han sido denominados también tecnolectos. Entre las variedades funcionales o diafásicas se encuentran además las jergas (variedad utilizada dentro de una profesión determinada) y los argots (variedad característica de un determinado grupo social: argot juvenilargot del hampa, etc.).
  2. Las variedades socioculturales o diastráticas (los niveles lingüísticos) son las diferentes formas de usar una lengua según el nivel de instrucción del hablante y su estima hacia el idioma. Estas variedades de la lengua también reciben el nombre de sociolectos. Según cual sea el grado de dominio que un hablante posee del código lingüístico y del discurso se distinguen tres niveles de lengua: el nivel alto o culto (variedad social que se caracteriza por el uso de recursos lingüísticos diversos y elaborados), el nivel medio (variedad con un grado medio de conocimiento del idioma) y el nivel bajo o vulgar (variedad social definida por el escaso dominio de la lengua). Entre la variedad diastrática y la diafásica se da una determinada relación, por cuanto esta se ve condicionada por aquella: un hablante que posee un nivel culto de la lengua es aquel que es capaz de utilizar el registro más apropiado para cada situación de comunicación; en cambio, un hablante con un nivel vulgar emplea siempre del mismo modo —el único que conoce— la lengua, independientemente de las condiciones de la comunicación. El uso de vulgarismos pone de manifiesto el poco grado de instrucción lingüística de un hablante: por ejemplo, el empleo de palabras mal formadas ([amoto]) o de enunciados agramaticales revelan desconocimiento del sistema de la lengua.
  3. Las variedades geográficas o diatópicas (los dialectos) son los usos lingüísticos que se emplean en un determinado territorio. En español, los dialectos meridionales (andaluz, extremeño, murciano, canario, español de América) presentan rasgos lingüísticos diferenciados de las variedades regionales septentrionales: por ejemplo, la curva entonacional, el seseo y la aspiración de la y la s, o el uso de un léxico propio de cada zona geográfica.
  4. Las variedades históricas o diacrónicas constituyen realizaciones de la lengua que caracterizan una determinada etapa de su historia. En la historia de la lengua española, se distingue entre el español arcaico (ss. X-XII), el español medieval (ss. XIII-XV), el español clásico o del Siglo de Oro (ss. XVI-XVII), el español moderno (ss. XVIII-XIX) y el español actual.


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